19 ago 2012

Lluvia

Y la tormenta se desató. Las presunciones quedan de lado ante una realidad que te abofetea la cara. No estabas listo: ni siquiera habías abierto el paraguas. No te bastó que el pronóstico del tiempo indicase lluvia. Confiabas en que estaba equivocado. Pero el equivocado eras vos.
El agua esta fría, casi helada. Golpea en tu frente y desciende por tu rostro. Se mezcla con tus lágrimas, saladas y tristes. Dejás que recorran tu cuerpo: creés necesario bañarte en tu propio dolor, en tu propia desgracia. Sólo así se aprende.
Las nubes te impiden ver el sol, pero confías en que sigue estando detrás de ellas. Solamente eso te mantiene en pie. Eso, y la esperanza de que, algún día, un viento fuerte barra con toda la oscuridad y la luz vuelva a iluminar tu jardín. Y tu alma.
Esa tarde, te secarás las lágrimas y levantarás la cabeza, sabiendo que entregaste todo de vos cada día, cada hora, cada minuto. Y volverás a sonreír, por que fuiste verdaderamente feliz antes del temporal. Y aprendiste a bailar bajo la lluvia.

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