27 dic 2012



Guau..quedé sorprendido, anonadado. Uno cree recordar el pasado, tanto el cercano como el lejano. Pero no;  uno recuerda lo que quiere recordar, las historias se transforman, se convierten, y uno termina confundiéndose u olvidándose.
Por eso, siempre creí que es importante escribir todo. El papel no miente: la historia está ahí, contada tal cual. Y las imágenes llegan a la cabeza, y uno siente que vuelve a vivirlas, a experimentarlas.
Dediqué la tarde a leer mis cuadernos. Tenía la esperanza que, recordando el pasado, iba a entender y a poder manejar mejor mi  presente. Y me fui varios años atrás, cuatro para ser específico.
No salgo de mi asombro. Las similitudes son increíbles. Las mismas palabras, los mismos gestos, los mismos problemas, las mismas virtudes, los mismos defectos. Todo tal cual. Pareciera apropósito, buscado.
Lo bueno de esto, es que tengo la certeza de que yo fui siempre igual, con todo lo bueno y todo lo malo que eso implica. Me miro al espejo, y puedo sostenerme la mirada, por que siempre fui fiel a mi forma de ser, a mi forma de pensar, y sobre todo, a mi forma de creer en el otro.
El esfuerzo, la estrategia, el sacrificio y la humildad, siempre estuvieron. Gracias Sabella, con vos logré identificarlo, pero siempre estuvieron presentes.
El pasado más cercano me sacó varias sonrisas.  Ver lo que uno escribió hace un mes, dos, seis, un año, a veces resulta cómico. La cantidad de boludeces que di por ciertas y que nada que ver; la cantidad de realidades que descubrí a tiempo y que hoy se mantienen en pie. Y los sentimientos.
Esos si que nos cambiaron. Por alguna razón que nunca entendí, dejé de escribir. Sentí que ya no tengo esa necesidad. La vorágine del día a día, del minuto a minuto prácticamente, me llevó a vivir la vida afuera de un cuaderno. Hoy lamento eso,  me gustaría leer lo que pensaba hace 3 semas, o dos días.
Las certezas son las de siempre. Pase lo que pase, nunca voy a bajar los brazos en ningún aspecto. Nunca fui así, y hoy lo comprobé. Las dudas, también son las de siempre.  Eso es lo malo. Pero tengo fuerza. No sé por que, no entiendo cómo. Pero sigo acá, “escapándole al fuego que sigue quemando”.

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