Un deportista se entrena todo los días de su vida con la
ilusión de, algún día, jugar esa final, la más importante de su carrera, de su
vida. Cada mañana se levanta y piensa en ese día: lo espera, lo imagina, lo
sueña y lo siente. Muchos pasan sus años
dorados entrenando y el momento nunca llega. Otros tienen más suerte: una
tarde, el partido llega y el cuerpo comienza a vibrar…
Semanas atrás, uno empieza a sentir que el momento se acerca. Los planetas parecen
alinearse, y las cosas fluyen de una manera diferente. La rutina se rompe, y se
puede oler el cambio. Entonces, con más ahínco que nunca, el deportista se prepara,
pero no sólo físicamente: entrena su mente, sus sentimientos, sus emociones.
Sabe que se verá embriagado en una vorágine de emociones y sensaciones, y no
puede permitir que eso rompa sus estructuras o su plan. El plan nunca puede
correr riesgo.
Finalmente, el día llega. El deportista se despierta mucho
antes de lo previsto: la ansiedad es enorme, y no le permite seguir
descansando. Por eso, repasa una y otra vez el plan: qué hay que hacer, que no;
qué hay que llevar, qué hay que comprar, por qué lado atacar, cómo defenderse.
Los nervios se apoderan de él, pero eso estaba previsto.
Sin embargo, una vez que se pisa
la cancha, todos los sentimientos negativos quedan de lado: el miedo al fracaso
y los nervios son reemplazados por felicidad y alegría. Es la coronación del
esfuerzo de semanas, de meses, de años. Y salga como salga, hay que
disfrutarlo.
Se atravesaron muchas tormentas para llegar a vislumbrar el
sol. Sufrí, me calenté, dije ``nunca más, no vale la pena tanto esfuerzo´´, lloré.
Pero siempre existió la fe, y la humildad. Con cabeza fría, se podía dar vuelta
el resultado y llegar a jugar la final. Podía superarme, sólo había que
resistir, aguantar.
Y hay que seguir haciéndolo, este día y cada día. Por que
días como hoy, son los que le dan sentido a la vida. Creo que vivir es
entrenarse para ser capaz de disfrutar y alegrarse con días increíbles como
este. Alguno son inesperados: una llamada y a la cancha. Por eso siempre hay
que estar listo.
Otros, son pensados durante meses. Y esos son los más
lindos. Por que uno se entrena a conciencia, sabiendo que alguna noche se va a
acostar a dormir, mirando el techo con una sonrisa estúpida, y va a poder
decirse: ``al fin llegó. Y valió la pena´´.
Hoy camino contento.
Sonrío, estoy feliz. Y si mañana hay que
resistir, se resistirá, esperando otro día como hoy.
Y el que tenga un amor que lo cuide
y que mantenga la ilusión
por que la vida es un baile de ilusiones
y el que no baila está muerto
y que mantenga la ilusión
por que la vida es un baile de ilusiones
y el que no baila está muerto
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