14 nov 2012


Veo a gente cumplir sus metas, seguir adelante, caminar y avanzar. Veo a gente feliz, satisfecha con sus logros. Veo a gente que encuentra su lugar en el mundo, que ama lo que hace. Veo a gente sonriendo, abrazados, de la mano, caminando a la par. Veo a gente que luchó mucho, y hoy saborea los frutos.
Y esa gente estaba lejos de mí, muy atrás en la fila. Había conseguido sacar varios cuerpos de distancia.  Me había costado mucho trabajo aventajarme, estar adelante; años de sangre sudor y lágrimas, de esfuerzo, de perseverancia.
Pero un día, me dormí. No sé que me pasó, pero dejé de ser yo mismo. Dejé de trabajar, paré de dejar la vida en cada pelota, en cada segundo, en cada acción. Dejé sacrificarme, de gastar todas mis energías en cada paso. Me dejé estar, me sentí el campeón. Y me equivoqué.
Estaba mentalmente listo. Ya había cometido este error tiempo atrás, y cada noche lo recordaba, y me prometía que no iba a dejar que vuelva a suceder. Y pude: eso nunca pasó. Pero me equivoqué. Y hay que aceptar que uno es imperfecto, que le pifia. Y yo le pifié mucho, lastimé a demasiada gente por obstinado, y eso no puedo perdonármelo.
Mi sacrificio, mi energía, mi sudor, mi capacidad mental, mi todo, lo puse en un lugar inapropiado. En un lugar que nunca iba a cambiar, hiciera lo que hiciera. Y descuidé todo, y me descuidé a mí mismo.
Y hoy, veo a gente cumplir sus metas, seguir adelante, caminar y avanzar. Veo a gente feliz, satisfecha con sus logros. Veo a gente que encuentra su lugar en el mundo, que ama lo que hace. Veo a gente sonriendo, abrazados, de la mano, caminando a la par. Veo a gente que luchó mucho, y hoy saborea los frutos.
Y yo, escribo sobre ellos, con los ojos vidriosos. 

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