Una licuadora se apoderó de mis pensamientos, y hace su
gracia: revuelve, mezcla, confunde.
Creo que esto está empezando a costarme. El sacrificio, los
silencios, el tragar y seguir, el mirar para abajo, algún día iban a pasar
factura. Yo no soy así, y eso duele. De a poco, florecen ciertos
resentimientos, recelos y hasta desconfianza en una uno mismo.
La energía comenzó a apagarse. La batería ya no dura tanto. Hay
que cargarla seguido, y eso agota. Así se me hace difícil; ¿Cuánto hace que no
sentís un abrazo sincero? Tal vez poco, pero poco es mucho.
Trato de analizar lo que me está pasando. Y no entiendo bien
que quiero. O mejor dicho: sé lo que quiero, pero sé que es inalcanzable. Y no
me canso, a pesar de que entiendo la realidad. Sigo y sigo, y no paro de
seguir. Pero eso genera dolor. Y el dolor, tarde o temprano, te pasa factura.
Preguntale al tobillo sino.
Cargo con mi cruz. Sólo eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario