22 oct 2012

escritura creativa


Consiga: descripción de una escena (casi) real


Esperando


Las nubes cubrían absolutamente todo el cielo, y amenazaban con transformar en negro aquel domingo gris. Las hojas, tan marrones como secas, reposaban en el suelo y crujían ante las pisadas de los distraídos transeúntes. Mientras tanto, el viento se divertía levantándolas y dejándolas caer, al mismo tiempo que despeinaba a alguna que otra cabellera desprevenida.
La lluvia comenzaba a caer lentamente, y mojaba a ese chico casi calvo que esperaba tieso junto a su bicicleta roja, algo maltrecha por el uso cotidiano. El muchacho no buscó reparo, sino que recibió el agua casi como una bendición divina: lo hacía sentir vivo.
Mientras aguardaba, se entretuvo intentando descifrar el significado de los grafitis pintados sobre las paredes del teatro, y pensó que los skaters deberían buscar otro sitio para plasmar su arte, ya que rompían con la estética del lugar. Sin embargo, uno en particular le gustó mucho: con caligrafía gótica y pintura roja que simulaba ser sangre, la leyenda “volveré” ocupaba gran parte de unos de los muros laterales del lugar.
A pocos metros de allí, un joven envolvía el asiento de su bicicleta con una bolsa de nylon verde, intentando impedir que el agua lo echara a perder. A su lado, una decena de motos esperaban a sus dueños, atadas con gruesas cadenas al antiguo y oxidado bicicletero del teatro.
El chico casi calvo pensó que la idea de aquel joven era buena, y caminó unos metros hasta un cesto de basura, confiando encontrar algún elemento para proteger a su vehículo. Inclinó su cintura hacia adelante y observó hasta el fondo del tacho: entre los papeles de alfajor, algunos escombros y la yerba mojada, vislumbró una bolsa negra y raída, y la tomó sonriendo.
Luego de anudarla a su asiento, se sentó en las escaleras, evitando los pedazos de vidrio que habían sabido ser una botella de cerveza. Sacó su celular del fondo de su morral, y miró la hora: las 18.15. Ya debería estar por llegar. Hasta entonces, no tenía otra opción que mirar a ese grupo de amigos que realizaban trucos con sus pequeñas bicicletas.
Luego de unos minutos, salió de ese lugar y se dirigió a la esquina. El agua acumulada lo obligó a levantar sus pies de los pedales, manteniéndolos secos. Entró a un kiosco, se compró una botella pequeña de agua, y tomó un largo trago junto a un cuarto de Alplax. La espera ya lo había puesto nervioso, y sabía que venía lo peor.
Observó hacia la vereda de enfrente, y vio que venía esquivando charcos por la rambla. Se miraron, y su alma sonrió por última vez.


escribir y transformar la realidad es lo más lindo que hay

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