Consiga: descripción de
una escena (casi) real
Esperando
Las
nubes cubrían absolutamente todo el cielo, y amenazaban con transformar en negro
aquel domingo gris. Las hojas, tan marrones como secas, reposaban en el suelo y
crujían ante las pisadas de los distraídos transeúntes. Mientras tanto, el
viento se divertía levantándolas y dejándolas caer, al mismo tiempo que
despeinaba a alguna que otra cabellera desprevenida.
La
lluvia comenzaba a caer lentamente, y mojaba a ese chico casi calvo que
esperaba tieso junto a su bicicleta roja, algo maltrecha por el uso cotidiano.
El muchacho no buscó reparo, sino que recibió el agua casi como una bendición
divina: lo hacía sentir vivo.
Mientras
aguardaba, se entretuvo intentando descifrar el significado de los grafitis
pintados sobre las paredes del teatro, y pensó que los skaters deberían buscar
otro sitio para plasmar su arte, ya que rompían con la estética del lugar. Sin
embargo, uno en particular le gustó mucho: con caligrafía gótica y pintura roja
que simulaba ser sangre, la leyenda “volveré” ocupaba gran parte de unos de los
muros laterales del lugar.
A
pocos metros de allí, un joven envolvía el asiento de su bicicleta con una
bolsa de nylon verde, intentando impedir que el agua lo echara a perder. A su
lado, una decena de motos esperaban a sus dueños, atadas con gruesas cadenas al
antiguo y oxidado bicicletero del teatro.
El
chico casi calvo pensó que la idea de aquel joven era buena, y caminó unos
metros hasta un cesto de basura, confiando encontrar algún elemento para
proteger a su vehículo. Inclinó su cintura hacia adelante y observó hasta el
fondo del tacho: entre los papeles de alfajor, algunos escombros y la yerba
mojada, vislumbró una bolsa negra y raída, y la tomó sonriendo.
Luego
de anudarla a su asiento, se sentó en las escaleras, evitando los pedazos de
vidrio que habían sabido ser una botella de cerveza. Sacó su celular del fondo
de su morral, y miró la hora: las 18.15. Ya debería estar por llegar. Hasta
entonces, no tenía otra opción que mirar a ese grupo de amigos que realizaban
trucos con sus pequeñas bicicletas.
Luego
de unos minutos, salió de ese lugar y se dirigió a la esquina. El agua
acumulada lo obligó a levantar sus pies de los pedales, manteniéndolos secos.
Entró a un kiosco, se compró una botella pequeña de agua, y tomó un largo trago
junto a un cuarto de Alplax. La espera ya lo había puesto nervioso, y sabía que
venía lo peor.
Observó
hacia la vereda de enfrente, y vio que venía esquivando charcos por la rambla.
Se miraron, y su alma sonrió por última vez.
escribir y transformar la realidad es lo más lindo que hay
No hay comentarios:
Publicar un comentario