-Shh, listo. Dormite, te quedan 40 minutos nada más.-
En ese momento, la besé, nos quedamos en silencio y cerramos los
ojos. O al menos eso creyó ella, ya que yo continuaba mirándola,
apreciándola. Y así me quedé, inmóvil,
acariciando suavemente su rostro.
Intentaba descubrir su silueta en las penumbras, grabar esa imagen
angelical en mi retina. Sólo escuchaba el tierno ruido de su respiración, y
continuaba observándola…Miles de cosas se cruzaron por mi cabeza en ese
instante.
``Esto debe ser estar feliz”
pensaba, mientras sentía como esa hermosa sensación de paz, de
tranquilidad, invadía mis venas y me relajaba. Me sentía algo estúpido, ya que
no podía dejar de sonreír. Estaba
realmente feliz, contento de poder compartir ese momento junto a ella.
Apoyé mi mano en su cara, y ella se durmió. Respiraba
apaciblemente, y me abrazaba por la espalda.
Cerré los ojos unos minutos, sintiéndome pleno, realizado. El corazón me latía violentamente, parecía que
quería escaparse de mí. Poco a poco, el sueño comenzó a ganarme la batalla. Y
con una sonrisa dibujada en mi rostro, me dejé vencer.
Desperté tan sólo unos minutos más tarde. Abrí los ojos, y aún
estaba ella allí. No, definitivamente no era un sueño. Ya podía estar
tranquilo. Apoyada contra mi pecho, sentía su palpitar pausado, sereno, calmo.
La tranquilidad nuevamente se apoderó de mi cuerpo. Quería que despierte, darle
un abrazo con todas mis fuerzas, decirle ``te quiero, gracias por hacerme
feliz´´. Pero me era imposible perturbarle el descanso: dormía tan plácidamente
que el solo hecho de observarla me producía ternura. Era tan hermosa.
Con mi mano derecha, siempre un poco torpe, le acomodé su pelo, y
descendí hasta la perfección de su cara. No podía dejar de acariciarla, su piel
siempre fue mi debilidad. Por mi mente
comenzaron a desfilar recuerdos lejanos y cercanos, felices y tristes. Todos
los momentos que habíamos pasado juntos, lo difícil que había sido. Todo valía
la pena. Escucharla respirar a mi lado,
poder besarla dormida, sentir sus caricias en mi espalda, despertarme junto a
ella, era sin duda lo más hermoso que me había sucedido en los últimos tiempos.
De repente, sentí que todos los problemas de la vida cotidiana
desaparecían, junto con mis habituales dolores corporales. Nada malo existía en
eso momento, éramos sólo ella y yo, nada ni nadie más. Siempre creí que la
sensación más linda que una persona te puede transmitir es el sosiego, la
armonía, la calma. La paz. Así me encontraba
yo. Mirando hacia el cielo. Feliz.
-Ey, dormite, no hagas trampa.-
Su pedido me sobresaltó, y me hizo reír. Ella cerró los ojos y
siguió durmiendo, agarrando con fuerza mi brazo. Le di un beso en su mejilla, e
intenté descifrar que era lo que sentía en ese momento: ``Es un sol, no puede
ser tan linda. No sé si está bueno que tenga tanta trascendencia en mi humor,
en mis estados de ánimo. Pero no importa eso hoy. La tranquilidad que ella me
da, no me la da nadie. La paz y la alegría, tampoco. Me hace reír, ella se
divierte, me escucha, la escucho, nos entendemos, la pasamos bien. ¿Cuál es la
parte mala de todo esto?. Sí, definitivamente vale la pena seguir con esto.
Seguir intentando. Hasta el final”
El reloj sonó, ya era hora de levantarse: ella a trabajar, yo a la
facultad. Era hora de volver a la rutina, y de volver a nuestros personajes
diurnos, a esas caretas que nadie se imagina lo que ocultan.
Me puse muy triste, no quería que termine esa noche. Quería que
sea eterna, que no haya responsabilidades y podamos quedarnos juntos, en
silencio, disfrutándonos y dándonos un beso, con toda la paz que siempre me
representó.
Ella despertó y pidió ``5
minutos más´´. Sonreí. La abracé por la cintura, y nos quedamos allí, para
siempre. Perdidos en el tiempo. Juntos.

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